Entrevista a Marisa Fanjul en «La Nueva España»
Nuréyev me aconsejó no volver a España si quería triunfar como bailarina
Con el Joven Ballet de Asturias hicimos cosas increíbles y también promovimos un ciclo de danza
m. j. iglesias 11.02.2017 | 04:43
Su vida es el ballet y sus inquietudes intelectuales la han llevado a explorar amplios campos del saber. Marisa Fanjul Argüelles, allerana de nacimiento y ovetense de adopción, desde niña, empezó a bailar con Salud Regina, a la vez que cursaba la carrera de música en el Conservatorio de Oviedo. Finalizó la carrera en el Conservatorio de Málaga y también estudió guitarra con Diego Salazar y canto con Elena Rivero. En Madrid fue discípula de María Teresa Ibars, en el Círculo de Bellas Artes, y de los maestros José Granero y Laura de San Telmo. Es titulada por la Royal Academy of Dance de Londres y por la Escuela de Rosella Hightower (exdirectora de la Ópera de París) en Cannes, donde además de recibir lecciones de José Ferrán, John Gilpin y George Skibine, entre otros, conoció a Rudólf Nuréyev, quien, viendo muy buenas cualidades en aquella bailarina a le aconsejó que no regresase a España si quería triunfar. No le hizo caso y de retorno a Oviedo, influida por los consejos de su padre, su primer admirador, fundó una escuela de danza por la que pasaron, entre otras alumnas, la Reina Letizia y sus hermanas. Aquel centro de danza pronto se convirtió en un hervidero cultural y hasta su cierre fue sede del Joven Ballet Contemporáneo de Asturias, fundado y dirigido por Marisa, poseedora de una voz que también le hubiese permitido ser soprano.
Ballet y música, desde la cuna. «En casa los ocho hermanos estudiamos piano, por deseo expreso de mi madre. También empecé a estudiar danza de niña, cuando me vive a Oviedo interna al colegio de las Dominicas. Siempre quise ser bailarina. Mi padre, que era mi principal admirador, me permitió ir a Cannes a estudiar, con la condición de que abriría una escuela a la vuelta. Se lo prometí sin mucha intención de hacerlo. Finalmente puse el centro de danza, porque aunque tenía excelentes cualidades y formé parte del ballet de la escuela, no me sentía cómoda en aquel ambiente tan duro de intrigas».
Formación exquisita. «En Cannes conocí a Rudólf Nuréyev, que me aconsejó no regresar, porque en España no triunfaría. Años más tarde fui a saludarle al camerino a Madrid y me lo recordó: ‘veo que no me has hecho caso’, me dijo. En la escuela de Juan Tena, de Barcelona, seguí cursos del método Vagánova de la Academia de Leningrado. En 1979, estudié en Estados Unidos. En la Julliard School, sede del New York City Ballet, dirigido por George Balanchine, con Peter Martin, Stanley Williams y Jerome Robbins; en la escuela de Martha Graham, donde descubrí la técnica pilates, y en el Geoffrey Ballet, una de las compañías más prestigiosas de danza clásica. Introduje en España el aerobic dance, pilates y el método Vagánova, que aprendí en el centro de Marika Besobrasova creado en Mónaco por Grace Kelly y sede del Ballet de Montecarlo».
Del ballet Drama al Joven Ballet de Asturias. «Volví de Francia y me adapté a Oviedo con pena y sacrificio. Por la escuela pasaron miles de alumnos, entre ellos la Reina Letizia, era un local ideal en la calle Uría, que cerré hace quince años, cuando tuve un accidente de coche que me obligó a tomarme las cosas con más calma. Muchas personas se duelen de que me haya ido a Gijón, pero fue por causas ajenas a mi voluntad. Tuve una mancha macular en un ojo y Luis Vega me dijo que bajara el ritmo. Me quedé con el centro de danza de Gijón, pero vivo en Oviedo y no me he ido. A finales de los setenta empezamos el proyecto Ballet Drama, con Luis Antonio Suárez, Emilio Sagi y el actor Nacho Martínez, entre otros, teníamos profesores de la Universidad que arropaban el proyecto como Luis Xabel, Lola Mateos y Vidal Peña. Fue una época muy divertida. Hicimos montajes como Carmina Burana, «Adán y Eva», «Cabaret» y «Jesucristo Superstar», hablamos de finales de los setenta. Más adelante fundé el Joven Ballet de Asturias. La directiva estaba presidida por Luis Riera, con Carmen Castillo y Antonio Masip, Aurora Puente, Celsa Riera y Ramiro, entre otros. La primera obra fue la noche de San Juan, sobre una composición de Benito Lauret, con artistas asturianos».
Éxitos y prestigio internacional. «En una ocasión Alfonso Iglesias vino a felicitarme y luego fuimos amiguísimos. La escenografía de «La Ayalga» la hizo él y la realizó mi prima, la pintora Loreto Fanjul. Crear es una necesidad para mí. Aquel Joven Ballet hizo cosas increíbles y alcanzó un enorme prestigio internacional. Fue el primero que representó a España en el festival de Abeerden (Escocia). También hicimos un ciclo de danza. Pero su sede estaba en mi estudio de Oviedo y al cerrarlo no fue posible mantenerlo».
Círculo de curiosos, una vez a la semana. «Al tener que renunciar al Joven Ballet sentí un gran vacío. Allí realizábamos una gran actividad artística y cultural, con veladas artísticas. Hace seis años, hablando con amigos que sentíamos la misma inquietud formamos la tertulia «Círculo de curiosos». Empezamos en una cafetería, pero era un horror todo aquel ruido. Ahora nos reunimos en mi casa una vez a la semana. Somos entre 14 y 18 . A veces vamos fuera. Hemos hecho cosas en el Museo Barjola y alguna vez visitamos estudios de artistas».